Progresivamente vamos sabiendo datos de Corpi (Bohle) que desaparece con una carga de oro en 1941, tras robar a Salas, quien pide al comisario Polo que lo mate tras sentirse traicionado.
El violinista imposible es un homenaje a su padre, que tocaba el violín y de soslayo a su tío, el gran músico Ángel Barrios. Estructurada en tres partes, podría tener un recorrido mayor.
Por Aurora Gámez Enríquez Medidas cautelares José María Molina Caballero Ánfora Nova Editorial Rute (Córdoba), 2021 Confieso mi sorpresa, ante esta singular obra poética que
“Habitada por palabras” es un proteico texto reflexivo, examen último de la esencia, mediante una poesía de la introspección. Una propuesta de la contemplación, de la experiencia concentrada, atenta al silencio, que hace de la meditación el detonante desde el que ofrecer un firme texto lírico, sugerente, de interiorización, en donde la mirada y el recuerdo conforman el pulso vital de la autora para soñar con ese otro lado de las cosas, alcanzable a través del lenguaje poético.
Cálida y emotiva crónica es la que nos presenta José Infante, desde el corazón abierto del amigo, impregnado de una grata nostalgia. Aporta el poeta malagueño los detalles de la herencia de Pablo a sus sobrinos, las gestiones realizadas en torno a las ediciones póstumas de su poesía, en torno a la donación de su obra y materiales para el patrimonio público y la fecha de conclusión de su legado a la Biblioteca Pública del Estado-Biblioteca Provincial de Córdoba y a la Biblioteca de Andalucía. “La obra de Pablo García Baena”, expresa Infante desde una honda emoción, “liberada del peso de su propio grupo y de su estética común, fue creciendo y creciendo, sola y personalísima, hasta situarse en ese plano superior como poeta mayor de la literatura del siglo XX”.
De tanta composiciones admirables, personalmente prefiero “El viejo profesor razona ante Tarcisio, joven abducido”, que dice así: “Ser poeta es oficio más que ingrato,/ una crueldad a que te obliga el sino/ como el borracho es castigado al vino/ y esclavo es el bulímico del plato.// Ser poeta es mal fario, un mal innato,/ una broma pesada del destino,/ lo enfermo de un suplicio clandestino/ destinado a morir de anonimato.// Ser poeta conduce a la condena/ de encontrar una flauta, ver si suena/ dejando en el empeño los riñones.// Y, desde entonces, ser un masoquista/ que interpreta su solo de flautista/ en una jaula llena de leones”.
Esta antología es un hermoso regalo para los sentidos y las emociones a través del verso, del compromiso con la tierra y el valor del paisaje como intangible, como cuna del alma.
En este libro, se perfila la voz de un poeta hecho, distinguible de otros, en el que trasluce un mundo que se lee, sabe, huele y se siente como verdadero. Ya lo adelantaba en su primer libro, Los días perros, pero aquí se muestra de una forma brutalmente depurada: “Mi madre, cada día, se refugia en su casa,/numera las ausencias, una a una,/y si las visitamos, viste todo/de sonrisas forzadas y falso orden,/como si pudiera escondernos/ las bombillas fundidas,/la nevera vacía”.
Poema a poema, vertebrados sobre esta estructura de contrarios, Aurora Gámez nos va descubriendo el hallazgo de la escritura (“Prendida por el verso”); la solidaridad con los desheredados (“Elocuencia íntima”); la formación del pensamiento crítico a través del estudio, la reflexión y la lectura (“Rotulado silencio”); los espejismos de la educación: “No hay pecado / solo vida que pasa / sin salvación” (“Paisaje onírico”); el despertar al mundo entre la soledad y el silencio (“Mis venas tan abiertas”) y la convicción de la búsqueda y la lucha para vencer la adversidad (“Más allá del silencio”).
Argumenta la profesora Sánchez sobre la autora que, “la brillantez revolucionaria de su novelística convierte a Emilia Pardo Bazán em una de las figuras esenciales de la literatura del S XIX; esto ha provocado que su actividad poética (desarrollada desde la infancia hasta el final de sus días) sea casi desconocida salvo para especialistas pardobazianos. Evidentemente, la altura de su prosa no resulta comparable al verso, pero tampoco lo es en el caso de otros coetáneos varones que sí son conocidos como poetas”.
Hay un regusto a una poesía reivindicativa, humanizada, descarnada, al estilo de Vallejo, y que también nos remite a los niños de la Guerra, a las promociones poéticas del 50 y del 60. Su rabiosa contemporaneidad tiene que ver, como las voces y las poéticas referidas, a una necesidad de comprometer, de nuevo, la palabra con el mundo.
La exaltación del carpe diem, feraz y luminoso en los escritos paganos, marca los textos del poeta de Verona que deconstruye el falaz escenario del bonus amor elogiado por el imperio, evidenciando el abismo entre el idealismo de la fidelidad y el drama de la realidad que acaba convirtiendo la pasión amorosa en un padecimiento vergonzante. Mas apolíneo en su versión del tópico, Horacio afina el punzante ímpetu de la lírica griega y refrena el torpe imperativo de la pasión para acercarse a la fisonomía del imperio.
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