Aurora asegura que se ha tenido en cuenta una buena muestra de la literatura castellana editada en los años que van desde 2011 al 2023; aunque aplicando en su análisis la perspectiva feminista, también se ha tenido en cuenta la literatura y la gestión cultural internacional en castellano.
La importancia de esta novela, fuera de su vertiente crítica ecologista, está en la singularidad con la que el autor ha estructurado su obra, atendiendo a la naturaleza evocadora de las flores y su campo semántico.
Alcanzada la madurez creativa, Sergio Barce toma asiento en alguna de las sillas vacías del Café Central de Larache, escucha las bromas de Sibari, de Akalay o su padre Antonio, y sonríe satisfecho. Saborea un té con flores de azahar, mientras suena de fondo, diferente, angelical, el “color vibrante de la voz suave y nunca destemplada” de Haviva y vuelve a sonreír porque sabe que ha cumplido su misión: mantener vivo el recuerdo y la imagen de quienes habitan, ya por siempre, en la que fue y será “ciudad de las quimeras”.
Es en ese nuevo marco referencial donde se incardina la obra de casi todos los jóvenes y más recientes autores de la literatura hispanomagrebí: Sahida Hamido, Said El Kadaoui, Laila Karrouch, Najat El Hachmi, Farid Othman Bentria Ramos, Lamiae El Amrani, Youssef El Maimouni, Mohamed El Morabet, Mehdi Mesmouidi, Munir Hachemi, Nadia Hafid, Meryem El Mehdati, Zuer El Bakkali, Safia El Aaddam o Karima Ziali.
“Al Sur de Tánger. Un viaje a las culturas de Marruecos” no es una novela ni un libro de relatos; ni siquiera es un libro de viajes. Es un texto original, curioso, insólito y extraordinariamente singular. Quizás un inclasificable o tal vez un texto enmarcado en lo que podríamos denominar como de género didáctico por lo que contiene de crónica, memoria escrita, periodismo o diálogo personal, ya sea real o novelado. Un libro sugerente, repleto de olores y colores, fascinante, absolutamente ajeno a los calcos o estándares y alejado de toda prevención y, por supuesto, en las antípodas de los tópicos del exotismo orientalista.
Con Piticoy, la revolución del nauhal, viviremos numerosas experiencias de muy variada naturaleza a un infatigable ritmo que recorre, con un pespunte de perfectísimo zigzag, historia y actualidad; magia y realidad; espiritualidad y materialismo; honda humanidad y extrema crueldad en un prodigioso cruce de tiempos, seres y lugares con varios frentes de denuncia sobre los aspectos de organización social más relevantes.
El planteamiento es directo: El revivido protagonista cuenta ahora una parte importante de lo que fueron sus “verdaderas aventuras y desventuras de las que di cumplida noticia en aquellos ajados papeles que me arrebatara la implacable mano de la imprevisión, la mezquindad y el olvido”. Existe por tanto un libro por escribir y “el otro”, el que firmó un tal Cervantes.
Si bien la experiencia de la purga emocional es muy antigua, fue descrita y codificada por primera vez en la antigua Grecia, en particular por Aristóteles. El autor realiza una catarsis al escribir la obra y, a su vez, la provoca en el lector.
Conociendo al poeta, al editor y humanista, con su libro en mis manos, me preparo para un viaje lector emocional y filosófico de gran calidad humana e intelectual. Leer poesía es para mí, ahondar en el pensamiento ajeno, es indagación en el lenguaje creativo personal casi intransferible del poeta. Penetrar en la lectura de una nueva obra literaria es poner emociones e intelectualidad en juego. ¿Qué quiere decirnos? ¿Qué emociones despiertan las palabras? ¿Se trata de experiencia o juego? ¿Deducción de la realidad o fantasía?
La obra que presentamos, La palabra iluminada, reúne a los poetas Khedija Gadhoum, Aziz Tazi, Ridha Mami, Aziz Amahjour, Moufid Atimou, Sahida Hamido, Farid Othman-Bentria Ramos, Lamiae El Amrani, Nisrin Ibn Larbi y Mehdi Mesmoudi. Sobre ellos ofrece una breve nota biobibliográfica y cuatro poemas. En la introducción insiste en varias ideas que a su modo de ver son fundamentales y deben ser tenidas en cuenta, y es que frente a las fronteras que se han ido legitimando “existe un territorio común, una matria creativa, que une a las mujeres y a los hombres mucho más allá de las delimitaciones políticas o naturales”.
Y de fondo la vida o la naturaleza, los espacios comunes, las ciudades conocidas o imaginadas como elementos de contemplación e inspiración, acompañada la reflexión de formas poliédricas, de campos semánticos bien elaborados, de palabras polisémicas y de una ingente pluralidad de imágenes, símbolos y alegorías.
La experiencia de sus viajes y su biografía, se revelan en su obra, dado que este doctor en Psicología y docente universitario, ha colaborado en proyectos de Cooperación Internacional al Desarrollo, por lo que posee un archivo fotográfico ingente y multicultural.
Pero el proceso de Ramón Martínez es más singular: él parte en este libro en general de la influencia de la canción en su libro de poemas de amor, una suerte también de raíz de El libro del buen amor, del Arcipreste de Hita, en la proyección de su experiencia amatoria, erótica y existencial.
El Libro de los papeles perdidos de Tamar de Córdoba es un poemario esencialmente bello, recamado de versos tan nobles y radiantes como estos: “Inventa de verdad un beso …/… sin vencedores ni vencidos”, “Ahora soy la única dueña de las dunas. Ahora no se me resiste un espejismo” o “Puedo leer la voz del agua.
Desde el inicio de estos versos se suceden los registros de una obra en la que Orfeo se erige como el dios de la Poesía, de la Música, de la Vida y, cómo no, del Amor.
Su último libro, BILINGUAL ANTHOLOGY (Anáfora Editorial, 2024), constituye una selección antológica bilingüe español-inglés de la obra de Francisco Muñoz Soler, con un total de 126 textos entre poemas y prosas poéticas publicados entre 1978 y 2023. La traducción al inglés se ha realizado por María Postigo.
Poeta que enarbola libertad y creatividad, dos cuestiones inherentes al desempeño de la actividad literaria y señaladas como el más alto concepto ligado a la misma.
El libro de Mgara ofrece una amplia cronología de películas desde 1903 a 2023, con nombres de actores de marcado reconocimiento como Sara Montiel, Fernando Rey, Marifé de Triana y Alfredo Mayo, por parte española y el galán de cine marroquí Mohamed Achach.
Desde niña aprendí que la poesía era el lenguaje del amor y la belleza, forma parte de mi educación sentimental, mi forma de amar más íntima y excelsa. La palabra que describe y asalta inesperadamente en momentos de goce estético, de sublime acto de amor hacia quienes más puedas querer. Era mi padre poeta y se llamaba Sebastián Gámez Santos.
Como especifica el subtítulo de este ensayo de Aurora Gámez Enríquez (Estudios literarios. 2011-2023), nos encontramos ante un análisis sobre obras literarias publicadas en el periodo comprendido entre esos años que, además, se realiza desde una doble óptica en la que su autora se desenvuelve en su escritura como pensadora: su percepción poética y literaria y su posicionamiento claramente feminista.
“Voces perdidas, voces olvidadas” no es solamente un extraordinario texto de recuperación de la memoria, sino que además se convierte en un baluarte contra el olvido y la injusticia con que las mujeres han sido tratadas secularmente en el ámbito literario, orilladas al extremo, cuando no sepultadas en vida.
Rebeca García Nieto (1977), autora nacida en Medina del Campo, Valladolid, doctora en Psicología y especialista en Psicología clínica, ha publicado novelas de interés, como Eric (finalista del premio Azorín y del premio Herralde) o Los que callan (West Indies, 2019), que tuve la oportunidad de reseñar y disfrutar.
ara encontrar la inspiración, y aquí está la sugerente tesis del ensayo, tenemos que volver nuestros ojos a la Naturaleza, entendida como un todo que no juzga, en el que la amoralidad que la gobierna precisamente garantiza que nada pueda ser mediatizado o alterado para el interés de unos pocos.
n el libro, el capítulo introductorio está lleno de observaciones interesantes y ofrece una visión de las novedades que ofrece el moderno teatro español, pero en la nómina de autores citados se echan de menos nombres como el de Enrique Morón o el de Antonio César Morón Espinosa.
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