A veces el escritor/a está como el agrimensor en El Castillo de Kafka. A la espera de ser recibido por el agente que se resiste. Por tanto, el agente literario es un filtro, lo mismo que el editor también lo es. El agente, no obstante, trabaja a comisión, y bastantes pocos aceptarán a pesar de ello y tratan de no perder el tiempo con propuestas que no merezcan la pena que, desgraciadamente, en muchos casos tienen que ver más con las posibilidades de venta que con la calidad literaria.