En esa búsqueda de la identidad ajena y propia, en ese caminar hacia su verdad poéticas, Paloma Fernández nos deja estos versos: «Desprenderte de tu doble será un ejercicio de autocrítica / que lleva como archivo adjunto una única cuestión: / sé tú mismo».
Ella, presente, / aunque no la veamos. Y así, lenta, / como las secas hojas del otoño, / como la noche o muerte que la ampara, / cae sobre el blando sueño de la tierra».
Escribía Antonio Machado que: “algunas rimas revelan muchas horas gastadas en meditar sobre los enigmas del hombre y del mundo” y es esa la razón última que explica el hecho poético de nuestra autora: su voluntad de conocimiento, de búsqueda, de indagación del sentido finalista de las cosas y de los acontecimientos cotidianos.
“Weblog del tiempo”, su más reciente entrega, es un gran poemario desde el brillante prólogo de Alberto Torés hasta el fin. Paloma Fernández Gomá trae en sus versos con tanta delicadeza y sutilidad sus evocaciones, que el lector las comparte en seguida.
“Desgracia” no es sólo una mera crónica de la infamia y su oscuro tósigo, sino una mirada fundante que crece y magnifica en la depurada meditación o en la vaporosa intuición, antes que en la afirmación, el testimonio o la ilación. “Desgracia” Es el “llanto blanco de las gaviotas” con el que expulsar todo el mar, su agonía y su veneno, corolario de uno de los poetas más imprescindibles de su generación y que con esta entrega demuestra haber alcanzado aquello que dijera Dante: “Quien sabe del dolor, todo lo sabe”.
Una obra que nos acerca a un escritor extraordinario, con un fecundo recorrido, poseedor de una obra tocada por la magia de la palabra suma, vitalista, armoniosa, recamada de luz y abisalmente humana, propia de una brillante personalidad literaria que impregna toda su creación de un intenso y decidido humanismo solidario.
Antonio Enrique simboliza la elevada honestidad y la honda lealtad con la vocación poética; en definitiva, el necesario compromiso con la palabra y con la vida que debe imperar en todo legítimo creador que pretenda serlo.
Esta edición, que sigue las pautas de la “summa” preparada por Montesinos en el año 2000, es casi unas obras completas; sólo falta el primer libro, “Resurrección” (1942), con prólogo de Manuel Machado y trasfondo becqueriano, que fue rechazado y silenciado por el poeta. Los lectores hubieran tenido la oportunidad de leer una rareza bibliográfica, indicativa de su formación y aprendizaje.
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