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LA PIEL FINA DE LA POESÍA JOVEN

Efectivamente: las redes han sido un medio de intercomunicación entre ellos, pero -obviamente- su poesía no tiene como fin último proyectarse mediante difusión digital.

LOS BÁRBAROS Y LUIS ANTONIO DE VILLENA

con un lenguaje cuidado e intimista, cargado de símbolos, siempre en la búsqueda de la belleza, la sensorialidad, la pasión o lo sublime frente a la fugacidad de la vida.

ELLAS RESISTEN

Esta obra, dividida en dos partes. viene a reforzar aquel estudio brillante ya aludido aportando una amalgama de reflexiones, reseñas y entrevistas con/sobre protagonistas de diversas generaciones de ambas orillas del Atlántico.

A PUERTA CERRADA

Y eso convierte la vida cotidiana en el infierno de la lucha entre el yo íntimo (el ser) y el yo social (el aparentar ser).

EL LATIDO SIEMPRE JOVEN

Es este libro un puente que traza la autora con ese futuro— expectante— que decíamos y con el pasado, que vamos abandonando entre nostalgia, alegría y tristeza a un mismo tiempo

UN ASOMBROSO INVIERNO

deja entrever en sus versos esa condición asombrada sin la cual no puede tener lugar un análisis de la verdadera profundidad de la existencia, “por debajo del nivel freático”, en palabras del propio Margarit.

LA AVENTURA DEL DESCUBRIMIENTO

Así, el amarillo nos llevará hasta el “trigo maduro”, el calor de la época estival y a ese “queso gigante” que llamamos sol.

CUANDO LA VIDA SE HACE POESÍA

Nadie mejor que un abuelo para dar la respuesta oportuna a las preguntas inquietas de un niño, esas que se proyectan una detrás de otra con los ojos bien abiertos y los oídos atentos.

HISTORIA DE UN ALMA

Y pienso que se equivocaba de plano, él o el mundo de los críticos, porque consecutivamente obtendría con ella el XXVII Premio de Poesía Jaime Gil de Biedma y el XXIV Premio Andalucía de la Crítica en la modalidad de poesía. ¡Qué duda cabe! El mundo está cambiando.

LA CANCIÓN DEL SENDERO

se escuchan los ecos de Calderón (“Oh, inhóspito de mí”), Bécquer (“¡Qué solos y qué tristes y qué amargos los mortales!”), Rubén Darío (“¡Ay, cuánta juventud!”), Antonio Machado (“Todo es pasar, pasar”).