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UN ASOMBROSO INVIERNO

deja entrever en sus versos esa condición asombrada sin la cual no puede tener lugar un análisis de la verdadera profundidad de la existencia, “por debajo del nivel freático”, en palabras del propio Margarit.

Por Raquel Lanseros

Joan Margarit
Un asombroso invierno
Madrid, Visor, 2018

Un asombroso invierno es la traducción al castellano que Joan Margarit eligió para su libro Un hivern fascinant. No deja de ser toda una declaración de intenciones ese uso de la palabra “asombroso”, pues el poeta, que nos comparte una mirada valiente y sin tapujos hacia el paso del tiempo y sus efectos sobre nuestra propia vida y sobre la Historia, deja entrever en sus versos esa condición asombrada sin la cual no puede tener lugar un análisis de la verdadera profundidad de la existencia, “por debajo del nivel freático”, en palabras del propio Margarit. El “asombroso invierno del animal de fondo”, como lo define el poeta en el último verso del poema “La soledad del mar”, no es una estación del año caracterizada por sus noches largas y sus gélidas temperaturas. El invierno, con su hielo, su calma y su silencio, es el símbolo de ese apeadero frío tras el cual nadie ha regresado para contarnos qué sigue. El invierno es un estado de ánimo, una suerte de glacial advertencia que sólo tiene capacidad de ver quien ya ha hecho parada y posta en todas las demás estaciones. Con la claridad y la franqueza que caracterizan su universo poético, Margarit nos invita a recorrer de la mano de su impactante verbo la construcción del destino de los seres humanos, desde el territorio donde los tiempos se confunden, donde el futuro y el pasado no son más que las cenizas de una misma hoguera. Absténganse quienes busquen la autocomplacencia que genera la melancolía desprovista de voluntad. Bajo los versos conmovidos y conmovedores de Margarit trasluce un vigor sobrenatural, un homenaje eterno a la alegría, a la llama que arde aun en medio del bosque más invernal. Rememorando lejanos días, el poeta recuerda una vivencia y canta: “Faltaban unos años / para que descubriera a los antiguos / poetas taoístas, / los que me enseñarían el sentido / del silencio y la luna.” Con ellos comparte el amor por la naturaleza, el impulso vital inextinguible, la dionisíaca propensión a la felicidad, la conciencia insobornable que escruta y da fe. A la sabiduría de Joan Margarit han dejado de interesarle “los poetas cansados que dejaron de escribir”. Su razón es distinta: “tan sólo cuenta / eso que se ha buscado hasta la muerte”. Todo un homenaje al valor de los pocos que se atreven a consagrar su vida entera a perseguir la verdad y la belleza. Que no suelen ir juntas. Cuando logran unirse, nace la poesía. La de verdad, ésa que detesta la vacua pirotecnia verbal y los artilugios líricos de salón. La que habita las páginas de Un asombroso invierno.