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LA MEMORIA INSTINTIVA DE LUIS LANDERO

Con este libro Landero nos lleva nuevamente al asombro de ojos de luna que reside en las entretelas del niño, tanto en el que fue como en el que se imagina, eso no importa. Todo es niñez.

Por Paco Huelva

Luis Landero

El huerto de Emerson

Barcelona, Tusquets 2021

Desde Juegos de la edad tardía publicado a finales de la década de los años 80 y consiguiera de una tacada llevarse el Premio de la Crítica y el Premio Nacional de Literatura siendo un desconocido, un descamisado en este abigarrado y a veces maloliente y bajuno mundo de la literatura, estoy enamorado de la narrativa de Luis Landero. O sea, que llevo siguiéndole los pasos, la friolera de cuarenta años.

Ya entonces el nombre de Landero se escuchaba en los mentideros, en unos para bien y en otros para mal. En literatura hay más navajazos que en la política, entiéndaseme metafóricamente. Por lo que el outsider Landero se cargó de golpe las ilusiones de un buen número de aspirantes a tales laureles.

Cuando leí Juegos…, a pesar de que la literatura me acompañaba desde la pubertad, me di cuenta por primera vez de que un escritor no tiene una sola voz. Que una de las constantes, una de las veredas a seguir ha de ser la polifonía, la multiplicidad, el ponerse en carne ajena, en roturar una y otra vez la tierra de la fabulación hasta plantar la semilla de lo que se desea.

Con este libro Landero nos lleva nuevamente al asombro de ojos de luna que reside en las entretelas del niño, tanto en el que fue como en el que se imagina, eso no importa. Todo es niñez.

Landero eleva a las personas que recuerda a la categoría de personajes como los que leemos en Homero, Shakespeare, Calderón, Mann, Adorno, Montaigne, Rousseau, Platón, Spinoza, Nietzsche, Ortega, Proust, Kafka, Faulkner, Conrad, Chéjov, Borges, Rulfo… y un largo etcétera.

Así El huerto de Emerson más que unas memorias suponen una confesión a destiempo, un mirarse al espejo desnudo, un “pelar la cebolla” que diría Günter Grass, que viene a ser lo mismo que dice Landero: “(…) la memoria instintiva de los sentidos es más aguda y duradera que la memoria racional.”

El libro es un compendio, alguien dirá que deslavazado, pero se equivocará, de relatos, digresiones filosóficas, conceptuales, literarias o éticas, en donde la resultante es literatura, pura y original literatura.

Landero hace en este libro un ejercicio narrativo que debiera servir de guía para todo escritor. Dice Landero: “Ese mundo oscuro y tormentoso, y siempre tentadoramente inefable, que todos tenemos muy adentro, y que no conocemos salvo por súbitas iluminaciones, esa es precisamente la materia más preciosa del arte.” Y añado para finalizar lo que manifiesta que debe ser objeto del hecho literario: “(…) lo innominado, lo intrincado, lo ignoto, lo primigenio, lo indecible, lo dificultoso, lo inconcebible, lo escondido, lo inextricable, lo emboscado, lo problemático, lo ímprobo y finalmente lo imposible.”

Una gozada como siempre, el maestro Luis Landero.