Por F. Morales Lomas
Isaac Rosa
Tiza roja
Barcelona, Seix Barral, 2020
Desde que en 2005 Isaac Rosa obtuviera el XI Premio Andalucía de la Crítica de narrativa con su obra El vano ayer (2004), avalada también posteriormente con el Premio Rómulo Gallegos y el Ojo Crítico, se ha convertido en uno de los narradores más interesantes del panorama actual con obras tan significativas como El país del miedo (2008), La habitación oscura (2013) o Feliz Final (2018).
En los últimos meses recopiló sus relatos en Tiza roja, un abigarrado repertorio de situaciones, encuentros/desencuentros, y temáticas (organizadas en subapartados, como si se tratara de un periódico: Política, Sociedad, Sucesos, Economía, Ofertas de Empleo, Anuncios por palabras, Ciencia y Tecnología…) que tienen, no obstante, como centro pivote fundamental las relaciones humanas y sociales, y la inserción en el mercado de trabajo con sus espinosas situaciones que le permiten bucear críticamente en particular visión del mundo, siempre bajo el tamiz irónico o esperpéntico cuando no ásperamente crítico. En, apenas unos cuantos trazos, la realidad social se adueña de las historias personales de las que se desprende siempre una visión corrosiva y desesperanzada ante ese ser que se mira en el espejo de su realidad personal y social frente al sistema capitalista actual. Isaac Rosa ofrece su visión particular del mundo, siempre comprometida y con una gran carga social. Uno de los escritores españoles donde el compromiso es una herramienta para el cambio social y el progreso en sociedades capitalistas donde el ser humano aparece siempre en lucha o dominado. Y en cualquier caso en una actitud de permanente combate o asunción de la derrota personal o social con una carga siempre pesimista y punzante sobre esta sociedad a través de un estilo realista y simbólico. En ocasiones apuesta también por los planos surreales y/o irreales con los que quiere proyectar esa precisa simbología. Temas como la incomunicación también están presentes, la traición, el amor/desamor, problemas familiares, sociales, laborales… Con estas teselas ha querido construir una especie de radiografía de la sociedad actual en la que el escritor es una especie de entomólogo que se sitúa ante esos seres humanos, a veces, seres kafkianos, para mostrarlos desnudos en sus menudencias, excrecencias, simplezas o desolaciones particulares. Todo un intento de recuperar, a través de estos cincuenta relatos, el desorden actual y un territorio ficcional donde se siente cómodo que muestra la inconsistencia del ser humano y, como dice el autor en el prólogo, “serían reflejo del desconcierto con que todos vivimos este tiempo (…) y de los intentos por interpretar, dar sentido, reparar daños, imaginar alternativas. Es decir, intentos por contar qué pasa, pues la crisis de la última década ha sido también la crisis de un relato (individual y colectivo)”.