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DESCENSO POÉTICO AL INFIERNO

Por Manuel Ángel Vázquez Medel

¿Sangra el abismo? Contracciones de una Noche de Pascua.

Carlos Peinado Elliot

RIL Editores (Barcelona, 2022).

Carlos Peinado Elliot es uno de los más prestigiosos y profundos conocedores de la poesía del siglo XX y de las últimas décadas. Sus monografías Unidad y trascendencia. Estudio sobre la obra de José Ángel Valente (Sevilla, Alfar, 2002) y Tras la huella de María Zambrano. Lo sagrado en la generación poética de los 70 (Granada, Comares, 2018) son de obligada referencia en sus respectivos ámbitos. En ambos se aprecia su interés por la relación entre la creación poética y lo sagrado, al igual que en varios de sus magníficos artículos, como el dedicado al panteísmo en Juan Ramón Jiménez y Rilke, o la alteridad en T. S. Eliot y Valente.

De su creación poética solo conocíamos hasta ahora La herrumbre herida (Madrid, Devenir, 2011), en la que laten ya algunas de las singulares dimensiones que ahora se potencian en ¿Sangra el abismo?

En una reciente reseña Jordi Doce afirmaba: “Excesivo, duro y descarnado, este poemario de Carlos Peinado Elliot no tiene antecedentes en nuestra tradición y retrata una humanidad devastada por la violencia, la destrucción y la muerte”. Incluso en esa tan acertada caracterización se queda corto: No se trata solo de poner voz al horror. Estamos ante una auténtica bajada a los infiernos. No se puede ignorar esa conexión radical con lo sagrado, cuando el subtítulo de ¿Sangra el abismo? es Contracciones de una Noche de Pascua.

Algunos pensarán que Peinado Elliot podría haber puesto al frente de su libro la inscripción de Dante en el Infierno: Lasciate ogni speranza, voi ch’entrate (“Abandonar toda esperanza, quienes aquí entráis”). Pero creo que quien llegue a esta conclusión no habrá entendido nada. El poeta no nos quiere dejar en el infierno que estamos viviendo. Al citar al monje y asceta Silouan no solo había dicho “Mantén tu espíritu en el infierno”, sino que la frase terminaba en “y no desesperes”.

¿Podemos abrir los ojos de tal manera ante el horror, ante el infierno, y no desesperar? ¿Podemos experimentar estos dolores de parto, estas contracciones de la noche para llegar a la mañana de Pascua? ¿Soportar la inmensa oscuridad del oficio de tinieblas y no renunciar a alcanzar la luz (que se nos cuela como semillas de esperanza en los entresijos de este abismo sangrante)? Habrá Anástasis tras la bajada a los infiernos.

Pocas veces un poeta ha respondido así a la obligación ética (y estética) de poner ante nuestros ojos el horror sin mistificaciones, con un dominio extraordinario de la creatividad y la palabra, encauzada en muy diversas formas poéticas. Tras el terror y el temblor vibra la fulguración de lo que fascina.

Una obra singular, única, en el panorama actual de la escritura poética.