Escribir una novela es entrar en un nuevo mundo que vamos a ir creando progresivamente de la nada.
De ahí la necesidad de sentirlo en profundidad antes de iniciar este sublime viaje. Decía Vargas Llosa en Cartas a un joven novelista que “la vocación me parece el punto de partida indispensable para hablar de aquello que lo anima y angustia: cómo se llega a ser un escritor. Es un asunto misterioso, desde luego, cercado de incertidumbre y subjetividad (…) La vocación literaria no es un pasatiempo, un deporte, un juego refinado que se practica en los ratos de ocio. Es una dedicación exclusiva y excluyente, una prioridad a la que nada puede anteponerse, una servidumbre libremente elegida que hace de sus víctimas (de sus dichosas víctimas) unos esclavos”.
Pero antes de iniciarlo es preciso leer siempre a los grandes escritores, observando no solo lo que cuentan sino en la forma de contarlo y expresarlo lingüísticamente, deteniéndose en detalles que para el lector común pasan desapercibidos.
Julio Cortázar en su obra Clases de literatura diferenciaba entre novela y cuento, y para ello se centraba en torno al concepto obra abierta/ obra cerrada: “La novela es un juego literario abierto que puede desarrollarse al infinito y que según las necesidades de la trama y la voluntad del escritor en un momento dado se termina, no tiene límite preciso. Una novela puede ser muy corta o casi infinita (…) El cuento es todo lo contrario: un orden cerrado (…) Alguna vez he comparado el cuento, con la noción de la esfera”.
No te pongas a escribir hasta que no tengas resueltos una serie de asuntos que te explicamos a lo largo de este taller: Argumento, personajes, punto de vista, estilo, espacios, tiempo…
Escribe al menos dos horas diarias.
Antes de escribir cualquier historia se debe vivir esta mentalmente o en sueños, debe uno sentir a los personajes, verlos, identificarlos…
Es fundamental la relectura de lo escrito cada día, así como la relectura de todo lo escrito cada tres o cuatro semanas. La relectura es un proceso de enorme importancia, quizá más importante todavía que la escritura en sí.
Y esta lectura hay que hacerla en voz alta para percibir su ritmo, su sonoridad y su cadencia.
Una vez finalizada la novela se deja durante unos meses y al cabo de estos se vuelve a leer y se revisa todo de nuevo. Se lee otra vez en voz alta para observar cómo suena su lectura, su cadencia, su ritmo literario y corregir las pequeñas erratas o emplear los sinónimos adecuados o las estructuras lingüísticas que se repiten y acaso se han podido abusar de ellas (suele suceder en el escritor novel). Y si todo nos resulta bien entonces, podemos dejar por finalizada nuestra “obra”.
La corrección constante es necesaria: siempre se puede mejorar una frase, usando sinónimos, evitando repeticiones, muletillas, frases hechas y usos indebidos que maltratan la lengua.