Por F. Morales Lomas
Fernando de Villena
Nuevas historietas de Bernardo Ambroz
Barcelona, Ediciones Carena, 2018
Cervantes nunca quiso que su Quijote llegara a tierras de Andalucía (lo dejó en Sierra Morena), a pesar de que vivió en ella más años que en ningún otro lugar. Es uno de tantos misterios como otros que han acompañado siempre a Cervantes a lo largo de su vida. Cuando en 2011 Fernando de Villena publicó el primer volumen de Historietas de Bernardo Ambroz en la granadina Port Royal, que dirige Ángel Moyano, quiso que los nuevos quijotes y sanchos del XX llegaran a Andalucía y con este objetivo creó a Bernardo Ambroz y su partenaire Juanito, como una continuidad histórica de Sancho y Quijote para celebrar un nuevo tiempo histórico. Las Nuevas historietas de Bernardo Ambroz (2018), siete años después del inicial volumen, continúan las andanzas por Andalucía de estos dos personajes: Ambroz como viajante de seguros y Juanito como acompañante o lazarillo.
Ambos encierran una filosofía de vida que nace de un espíritu ya presente en El Quijote pero se diferencia de él evidentemente. Ambroz es un hombre que posee una inteligencia natural y una formación cultural pero, sobretodo, es una persona prudente, moderado, sensato, idealista, familiar, senequista en algunos aspectos, y miembro de una tradición muy española en la que la razón determina sus pasos; con un ligero deje burgués y una visión religiosa de la existencia, pero también profundamente humano y presto a defender a los débiles, como el gran don Quijote, y caritativo, siendo consciente de que se debe ayudar siempre que se pueda sin mirar a quién. Hay un discurso moral en su modo de ser, pero también un discurso vital que nos permite sentirnos identificados con muchas de las ideas que transmite.
No le va a la zaga su partenaire Juanito, ingenuo, inculto, primario, glotón… Con muchos de los atributos de Sancho y también profundamente emotivo y juicioso, con una “inteligencia” natural que le permite sobrevivir. Su cercanía a Bernardo Ambroz le permite ir construyendo el sentido de la existencia. Con Juanito Fernando de Villena construye su particular bildungsroman y tiene una línea directa que está presente en la picaresca española desde el libro de Buen Amor, pasando por los criados de La Celestina o El Lazarillo. Ambos personajes van construyendo un sentido de la historia, del carácter andaluz, de su idiosincrasia, de su ser personal como pueblo, con sus bondades y desafueros, con su valores y arbitrariedades. Hay una sociedad humana que, a través de las pequeñas historias que se cuentan enlazadas, nos permiten mirarnos en el espejo de nuestro ser en sí y reconocernos. Todo ello desde un discurso dialógico y la contención narrativa en las historias que van enhebradas con los hilos de seda mínimos necesarios para erigir una vestimenta solazada y digna también para la reflexión. A veces terribles, como la de Camila, la mujer de Albox, otras humoristas, o en suspense… Fernando de Villena es un maestro en este tipo de relatos que sabe enhebrar con habilidad. Mucho debe esta novela también a los escritores viajeros del siglo XIX y, por supuesto, a un espíritu muy presente en los noventayochistas, sobre todo Azorín, Unamuno y Baroja.