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INDIGNACIÓN Y NO-VIOLENCIA PARA CONSTRUIR UN MUNDO MEJOR

“Sólo una visión global y una indignación global podrán ponerle freno a la violencia global, al desastre que acarrea, mitigar la náusea global que nos produce y promover acciones locales que reviertan, si no en un bienestar, en un mejor estado global”.

Por Manuel Á. Vázquez Medel

Chantal Maillard

¿Es posible un mundo sin violencia?

Vaso Roto, Madrid, 2018

Chantal Maillard, una de nuestras mayores poetas y ensayistas, Premio Nacional de Poesía por Matar a Platón (2004)y de la Crítica por Hilos (2007), nos ofrece varios textos elaborados desde 2012 con el título ¿Es posible un mundo sin violencia?

La autora piensa que es posible, que podemos imaginar un mundo mejor, en el que acabemos con la violencia gratuita, a través de una conciencia de la interdependencia, y superemos la ética de la reciprocidad por una ética de la compasión: “Recordemos a Friedrich Nietzsche abrazado al cuello de un caballo exhausto y maltratado. Que aquel gesto se considerase como un síntoma de locura es clara indicación de una sociedad enferma”. Aspira a que sus palabras sean un revulsivo. Como Hessel, nos llama a la indignación, pero una indignación en la que nos sintamos concernidos desde la raíz misma de la vida.

Frente a un mercado global construido para esclavizar y dominar, es preciso contraponer nuevas miradas solidarias: “Sólo una visión global y una indignación global podrán ponerle freno a la violencia global, al desastre que acarrea, mitigar la náusea global que nos produce y promover acciones locales que reviertan, si no en un bienestar, en un mejor estado global”.

Con numerosos ejemplos Maillard insiste en la necesidad de una nueva conciencia que vaya más allá del “próximo” hacia quien consideramos más distantes y alejados; desde el “semejante” a quien es diferente. Y que lo hagamos con ecuanimidad, con una indignación sin violencia: “Ni la ataraxia era falta de acción, ni la apatheia, apatía (…) La ataraxia es ausencia de perturbación anímica y la apatheia, neutralidad de ánimo, ecuanimidad. ¿Por qué? Porque con el ánimo templado, y tan sólo así, es como pueden emprenderse acciones realmente justas o correctas”.

Las páginas que dedica a “Qué podemos hacer”, para superar la sensación de impotencia, y “Ahimsa. La no-violencia como acción política”, son extraordinarias y conectan con la sensibilidad oriental de sus mejores diarios (India) y ensayos (Rasa y La razón estética). Es imprescindible un cambio profundo en las formas de pensar, de sentir, de actuar, de concebir la economía y la política. Un cambio que acepte que todo tiene que ver con todo y que todo se transforma constantemente, por lo que apenas podemos aspirar a una razonable homeostasis, a un equilibrio como el que reclama Damasio, en El extraño orden de las cosas, desde las neurociencias.

En la sociedad de la representación y del espectáculo, la educación crítica es antídoto al adormecimiento que los medios provocan en la ciudadanía. Es imprescindible modificar la perspectiva desde el egoísmo hacia una visión global; disminuir el ansia, para desarticular este perverso sistema de consumo; decrecer, atemperar el miedo, tomar conciencia de nuestra transitoriedad… Y ensanchar el horizonte del principio de racionalidad, aceptando que todo ocurre aquí y ahora.

Leer esta obra contribuye, también, a construir un mundo mejor.