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FRESÁN, UN ORGULLO PARA LOS MELVILL(E)

En Melvill encontramos a un padre hundido y a un hijo que quiere flotar, a una madre que añade una letra al apellido (paterno) y a un futuro escritor que suplicará por que lo llamen Ismael aunque sea en una ficción.

Por Juan Peregrina Martín

Rodrigo Fresán

Melvill

Random House Mondari, 2022.

Quizá sea este uno de los mejores libros para conocer la literatura de Rodrigo Fresán: Melvill es una novela de nieve y agua y viento y sal que nos transportará con delicadeza, lenguaje cuidado y pinceladas autorreferenciales hacia uno de los últimos mundos construidos por el autor argentino, conocido por novelas como Mantra o el reconocido volumen de cuentos La velocidad de las cosas.

            En Melvill encontramos a un padre hundido y a un hijo que quiere flotar, a una madre que añade una letra al apellido (paterno) y a un futuro escritor que suplicará por que lo llamen Ismael aunque sea en una ficción.

            Rodrigo Fresán homenajea una de las grandes novelas norteamericanas fundacionales (a saber, según el argentino: Huck Finn, La letra escarlata, las novelas de James y Moby Dick; aunque, paradójicamente, Lolita le parezca la más revolucionaria de las novelas norteamericanas, ya que está escrita por un ruso) de los Estados Unidos: en la novela del gran Delirio Blanco aparecen la Biblia, una mitología diversa y personalidades poderosas, creencias y rencores; esas ambiciones y el lenguaje aparecerán en la novela de Fresán y Allan Melvill, el padre de Herman Melville, será el protagonista junto con su hijo y un nuevo personaje fresaniano (un Nick Cave muy especial) de esos inmortales que el argentino borda mediante la palabra, los gestos, el discurso.

            Fresán consigue elevar el género de biografía ficcionalizada al nivel literario máximo y escribe una novela divertida, triste y emocionante. Divertida porque el escritor consigue reírse de su propia literatura, mediante referencias a sus otros libros, personajes, tics; triste al narrarnos la relación entre un padre y un hijo que acaba por ser mejor de lo que fue porque el escritor escribe que los muertos viven y quieren ser leídos y al ser leídos, quedaron mejor vividos de lo que realmente fueron; y es emocionante porque la sensibilidad aflora al escribir sobre la lectura, la escritura, la vida, la muerte y el léxico es esencial y la técnica, aunque pase desapercibida.

            Fresán nos habla de cómo cambian ciudades, personas, el esmero por cuidar de quienes nos importa aunque realmente nos importen más otras cosas. El amor puede ser de formas diferentes, incluso vampíricas o lovecraftianas porque en ese agotamiento temático y léxico, Fresán lo toma todo y lo escribe para así hacernos ver un estilo absoluto, conformado libro a libro porque el “cómo” se cuenta es siempre más importante que el “qué”, además de que sus libros hablen un idioma particular y que se lea más y mejor porque no es la literatura la que está en peligro.

            Esta novela habría sido un orgullo para los Melvill(e).