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ÚLTIMOS DÍAS EN BERLÍN

Conocer y enamorarse de Claudia, y complicarse la vida por sentido de la justicia en la defensa de un joven comunista detenido y agredido por los afines a Hitler, provocan una vorágine narrativa que nos enreda en una lectura adictiva.

Por Manuel Francisco Reina

Paloma Sánchez-Garnica

Últimos días en Berlín

Planeta (Barcelona, 2021)

         Quienes conocemos la trayectoria de Paloma Sánchez-Garnica, madrileña de nacimiento y malagueña por decisión, hace décadas, en Marbella, desde donde ha escrito la mayoría de su obra, no es de extrañar la consolidación como una de las voces más importantes del panorama contemporáneo de la novela en español.  Su capacidad emocionante para contar historias desde el rigor histórico, pero sobre todo desde la emoción, han conseguido, desde piezas anteriores como Las tres heridas, en 2012, o La sonata del silencio, en 2014,  que tuvo adaptación a serie para RTVE y donde hay evidentes homenajes a figuras como Federico García Lorca y Miguel Hernández, que se convierta en una de las novelistas más leídas y traducidas en el mundo, especialmente en el ámbito anglosajón donde la literatura española contemporánea se suele encontrar con un muro. Toda su prosa posee un tono poético, sin emborrachar la narración, lleno de sugerencias y reflexiones riquísimas.  Últimos días en Berlín, escrita mucho antes de los acontecimientos que estamos viviendo hoy con la guerra en Ucrania, es un alegato contra los totalitarismos, sobre cómo el amor, sólo el amor, puede enfrentarse al horror de la guerra y convertirse en motor de supervivencia. Arranca en Berlín, un 30 de enero de 1933, donde su protagonista, Yuri Santacruz, ha huido de una Rusia revolucionaria que ha acabado con el zarismo e impone a todos el nuevo orden que ya evidencia otra forma de control absoluto sobre los ciudadanos. Se ha dejado atrás, en San Petersburgo a su madre y a su hermano pequeño, a quienes las autoridades rusas no han permitido salir, y asiste en Alemania al nombramiento como canciller de Adolf Hitler. Conocer y enamorarse de Claudia, y complicarse la vida por sentido de la justicia en la defensa de un joven comunista detenido y agredido por los afines a Hitler, provocan una vorágine narrativa que nos enreda en una lectura adictiva. Un narrador omnisciente nos revela el panorama de la Europa de los años 30, cercada por los totalitarismos, y donde el tablero prepara, una vez más, la desolación de la muerte y la destrucción por los delirios de grandeza de los locos de la historia. En ese tablero, se mueven las vidas de unos personajes muy reconocibles, que sólo quieren vivir, amar, crecer, recuperar a su familia, en paz y no subyugados por los caprichos de los tiranos. Una gran novela de aquel tiempo que nos recuerda demasiado a hoy, como todas las grandes historias de amor y supervivencia en tiempos de guerra.