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CRÓNICA DE LA DIFERENCIA POLIFÓNICA

Resulta muy interesante su definición de La Diferencia: “¿qué era La Diferencia? En verdad, casi nada, y tanto: casi nada, no se aportaba una sistematización preceptiva, sino, sólo, ilusionadamente, un estado de aseidad: ser lo que se es y no otra cosa” (p. 17).

Por Remedios Sánchez

Pedro Rodríguez Pacheco
El unicornio en el Café Libertad. 25 años después (Antología)
Carena, Barcelona, 2019

Desde finales de los años ochenta y, fundamentalmente, en el primer quinquenio de los noventa, se desarrolló un planteamiento literario que, con origen en Andalucía, se denominó Poesía de la Diferencia. Lo que unía a sus integrantes, en mi opinión, es menos de lo que los separaba en cuanto a su diversidad poética. Lo que sucede, acaso, es que La Diferencia, supuso, en el fondo, una reacción contundente y heterogénea (aún con poco soporte teórico de apoyo) frente a la estética dominante de aquel tiempo, la Poesía de la Experiencia.
Por esta razón, superadas ya las beligerancias propias del calor del momento y consumada la vigencia de las corrientes y estéticas de aquel tiempo, se convierte en un documento histórico-literario de gran interés esta obra del poeta y ensayista Pedro Rodríguez Pacheco que viene a rescatar documentos inéditos (o casi desconocidos) que complementa los ensayos tan reconocidos de otros estudiosos del movimiento como Antonio Enrique, Antonio Rodríguez Jiménez o Antonio Garrido Moraga.
Rodríguez Pacheco, en su estudio preliminar titulado “Anotaciones para una crónica de La Diferencia”, hace un recorrido desde el primer encuentro (23 de marzo de 1993 en el Café Libertad de Madrid, donde el unicornio se convierte en su símbolo, seguidos de otros en la Posada del Potro de Córdoba y el Ateneo de Sevilla) en defensa de “la independencia creadora en libertad” (p. 10). Resulta muy interesante su definición de La Diferencia: “¿qué era La Diferencia? En verdad, casi nada, y tanto: casi nada, no se aportaba una sistematización preceptiva, sino, sólo, ilusionadamente, un estado de aseidad: ser lo que se es y no otra cosa” (p. 17). Y, en ese centro de “ser lo que se es”, entiendo yo que el autor se refiere a la amalgama de individualidades de unos escritores que construían su obra potenciando sus rasgos distintivos, su singularidad, desde la percepción de ser “dueños de sus versos, sin consignas rituales […] sin otra motivación que la de no avenirse a ningún tipo de coacción intelectual que coartara su proyección creativa” (p. 19). Desconozco, honestamente, si otras corrientes se produjeron esas coacciones o era más bien que respondían más cohesionadamente a la ideología y los gustos del momento a la par que tenían un evidente respaldo crítico. Al final, Rodríguez Pacheco reconoce que aquella “Diferencia”, que se pretendió construir sumando poetas diversos en su modo de entender lo poético, “fue disolviéndose en pequeños grupos tribales con escasas o mínimas posibilidades operativas” (p.24), especialmente a raíz del “Salón de Independientes” y su controvertido manifiesto, aquel encuentro granadino de 1994 que desanimó a muchos integrantes iniciales y propició una de las guerras literarias más feroces de las últimas décadas.
A esta imprescindible aproximación teórica le sigue una antología de autores (con perfil previo y bibliografía) que Pedro Rodríguez considera que sí responden a lo que significó “La Diferencia”. En concreto, Manuel Jurado Lopez, Pedro J. de la Peña, Ricardo Bellveser, Antonio Enrique, María Antonia Ortega, José Lupiañez, Concha García, Antonio Rodríguez Jiménez y Fernando de Villena. En mi opinión, faltan algunos nombres (especialmente Juana Castro o Carlos Clementson, entre otros), pero toda antología, obliga precisamente a eso, a una necesaria reducción y su responsable -por ser protagonista directo- ha de conocer seguramente mejor el paño que los estudiosos que hemos llegado después y que nos atenemos a los textos. El resultado es un ensayo valioso que facilita una información necesaria y que viene a refutar, con fortuna, aquello que afirmaba Pozuelo Yvancos de que en la literatura española sobraba ira y faltaba estudio.