Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.

A la Música

Ella, presente, / aunque no la veamos. Y así, lenta, / como las secas hojas del otoño, / como la noche o muerte que la ampara, / cae sobre el blando sueño de la tierra».

Por José Antonio Santano

Título: A la música     

Autor: Francisco Lucio  

Editorial: Corona del Sur (Málaga, 2022)

Días atrás recibía, deferencia del amigo y poeta Antonio Pérez Roldán, un excelente poemario póstumo de uno de los grandes poetas del siglo XX y principios del XXI, por desgracia desconocido para muchos, roquetero de nacimiento, afincado durante toda su etapa laboral en la ciudad de Terrasa (Barcelona) y que regresa a su ciudad natal donde fallece en agosto del año pasado: Francisco Lucio (Roquetas de Mar 1933-2021). El poemario en cuestión lleva por título A la música y según el propio Pérez Roldán, conocedor de su obra publicada y no (más de dos mil páginas inéditas de poesía y otros cientos de prosa), formaría parte de su obra magna Hojas secas. Acercarse A la música, texto imbuido por la más clara y luminosa tradición poética española, es como respirar el aire fresco de un bosque inmenso de hayas o pinares, contemplar la paz del mar Mediterráneo que le vio nacer y morir o adentrarse en los múltiples silencios de una armoniosa música, de una cadencia y ritmo abarcadores del infinito cielo, sería como alcanzar la nada y lo absoluto al mismo tiempo: «Y mientras os saciáis de música, de paz, / de amor y de ternura, no temáis que se agote: / la fuente, con la noche, ha de seguir manando, / derramando sus aguas en medio del silencio». Francisco Lucio recoge en este poemario las piezas musicales que en vida escuchaba apasionadamente, autoría de los más destacados compositores de todos los tiempos Johann Sebastian Bach, Mozart, Chopin, Schubert, Ravel, Beethoven, Schumann, Haydn, Mendelssohn, Purcell, Händel, Vivaldi, Rimski-Kórsakov, Mijail I. Glinka o Johannes Brahms. El eje central de esta grandiosa obra pivota entre la música y la noche, ese momento mágico en el cual el poeta se rinde al hecho poético que la música y la noche le brindan y en el que siente vibrar el corazón humano. En vida, desafortunadamente, Francisco Lucio no publicó muchos libros, siete tan solo nos dice Antonio Pérez en su prólogo, para añadir al respecto que: «Los lectores habituales de poesía sabemos que hay poetas que tienen más nombre que obra, poetas que por circunstancias ajenas a la poesía gozan —o son víctimas, según se mire— de una fama desmesurada. (…) Francisco Lucio es un caso claro de poeta con más obra que nombre, o renombre, teniendo en cuenta tanto la calidad como la cantidad de su obra». Y no le falta razón. Hay, desgraciadamente, quienes viven del nombre más que de su obra, en su mayor parte mediocre. Pero en el caso que nos ocupa podemos afirmar sincera y taxativamente, que nos hallamos ante un poeta extraordinario, que supo aprender de la tradición clásica los más valiosos recursos lingüísticos y retóricos, la esencialidad del discurso poético para trasladarlo en su más pura excelencia y belleza al lector: «…Surgen y crecen, / por la margen, violetas y alhelíes, / flores sencillas del prodigio. Siente / el corazón el beso de la música, / el río que sereno va a la muerte, / y al fin, como criatura humana, / se apaga en ella blanda, dulcemente…». Poesía y música, o viceversa, se funden en un mismo cosmos, como también el poeta, nacido de humilde cuna atiende siempre a la llamada de los más desfavorecidos y ahonda en la vida, y le duele el dolor de la pobreza para con ella surgir hacia la cima de un cielo azul esperanza, infinito en el sueño: «Allí, en el aire indemne, / escucha el buen oráculo: / ha de llegar el día / en que, saciados ya del pan más tierno, / de los frutos terrestres, / los pobres de la tierra / restauren su dolido corazón / —como el más puro don, como gracia suprema—, / con la fuerza auroral que fluye de esta música. / Y la alegría encenderá sus pechos / con un rayo divino de luz resplandeciente». Porque el poeta Francisco Lucio creía, inspirado en el místico Canto espiritual de San Juan de la Cruz que, «Todo bien es posible, todo fulge / con la música pura, aunque es de noche». Y así la música y la noche, la poesía en su más honda raíz renace y se revela como el más grande de los tesoros en la palabra, hasta trascender en una especie de éxtasis espiritual a ser música de nuevo: «Mas ella está, con el gemido, bajo / la delicada niebla. Ella, presente, / aunque no la veamos. Y así, lenta, / como las secas hojas del otoño, / como la noche o muerte que la ampara, / cae sobre el blando sueño de la tierra». Quizá nuestro mayor homenaje fuera, en honor a su ingente y extraordinaria obra literaria tanto en poesía como en prosa), que una institución pública (me atrevo a proponer al Ayuntamiento de Roquetas de Mar, lugar donde nace y muere) publicara todos los textos del excelso poeta Francisco Lucio, por ser una de las voces más destacadas de la reciente Historia de la Literatura Española: «Como la noche, vístete de música. Y la noche / te dará compañía lo mismo que una madre».  Esencialidad y compromiso, saber y corazón iluminan e iluminarán siempre su poesía.