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Rafael Montesinos, Poesía Completa (1944-2005)

Esta edición, que sigue las pautas de la “summa” preparada por Montesinos en el año 2000, es casi unas obras completas; sólo falta el primer libro, “Resurrección” (1942), con prólogo de Manuel Machado y trasfondo becqueriano, que fue rechazado y silenciado por el poeta. Los lectores hubieran tenido la oportunidad de leer una rareza bibliográfica, indicativa de su formación y aprendizaje.

JOSÉ MARÍA BARRERA

   A raíz de su muerte, se ha producido una interesante recuperación de Rafael Montesinos (1920-2005), llevada a cabo por la familia -su hijo, Rafael César- y el investigador Rafael Roblas, cuya tesis doctoral estuvo dedicada a la edición crítica de los textos poéticos del autor. Se reeditaron el libro de prosas “Los años irreparables” y el estudio “Bécquer. Biografía e imagen”. También vieron la luz nuevas selecciones de sus poemas, así como una biografía escrita por Alberto Guallart. Todo ello culmina ahora con esta poesía reunida en dos volúmenes que se constituye como el mejor homenaje para valorarlo. Él mismo había dejado escrito: “Nunca me quejo, pero guardo la memoria. Se escribe de recuerdos”.

Esta edición, que sigue las pautas de la “summa” preparada por Montesinos en el año 2000, es casi unas obras completas; sólo falta el primer libro, “Resurrección” (1942), con prólogo de Manuel Machado y trasfondo becqueriano, que fue rechazado y silenciado por el poeta. Los lectores hubieran tenido la oportunidad de leer una rareza bibliográfica, indicativa de su formación y aprendizaje.

   El que fuera director de la Tertulia Literaria Hispanoamericana perteneció a la primera promoción de posguerra y compartió con ella los temas intimistas y metafísicos. Establecido en Madrid a los veinte años, siempre prefirió una poesía directa, nada retórica, surgida de la emoción, del corazón: “La poesía se me hace cada día más difícil, de puro sencilla”. Y así, libro a libro, fue completando un proceso creativo, desde las emociones interiores a las preocupaciones sociales, donde se intensifica la visión de un mundo juvenil recreado en la distancia (su Sevilla natal), hasta la nostalgia de la vida -elegía y metafísica-, con el paso del tiempo y la meditación sobre el amor y la soledad siempre presentes. Desde el neopopularismo inicial, unido a la poética amorosa de raigambre clásica, su trayectoria literaria incluye así las inquietudes existenciales y el desengaño y la visión desgarradora nihilista. Formado en la tradición del Barroco sevillano y en el gusto de la copla y los cantes populares, su estética se asemeja a la del que fuera uno de sus maestros, “desnuda de artificio”, que busca sólo lo esencial y que continúa esa línea que se extiende desde Ferrán y Bécquer hasta los Machado, Juan Ramón y el 27.

   Sobre los “hijos de Andalucía” en el destierro, nos dejó escrito: “Van, a contratiempo, camino de esa infancia viva y luminosa que quedó detenida en el corazón, desde el mismo momento en que un ángel de niebla los echó del paraíso natal. ¿Cómo queréis que no llore lo perdido, si la misma Andalucía tiene alegre la forma y triste el fondo?”. Esto es lo que supo explicarnos Rafael Montesinos en sus versos.