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CUANDO LA VIDA SE HACE POESÍA

Nadie mejor que un abuelo para dar la respuesta oportuna a las preguntas inquietas de un niño, esas que se proyectan una detrás de otra con los ojos bien abiertos y los oídos atentos.

Por María del Carmen Quíles

José Antonio Lozano Rodríguez
Brujaveleta
Madrid, SM, 2018

Nadie mejor que un abuelo para dar la respuesta oportuna a las preguntas inquietas de un niño, esas que se proyectan una detrás de otra con los ojos bien abiertos y los oídos atentos. Nadie mejor que un abuelo para convertir la vida en poesía. Brujaveleta es un poemario que gira en torno a un diálogo entre abuelo y nieto, de manera que se va perfilando el personaje que da título a la obra en función de las inquietudes infantiles, recreadas por el autor. José Antonio Lozano logra crear una bruja que baila, que juega al escondite, que puede enamorarse… y que “le sube la cremallera / al vestido de la noche” cada amanecer. Con un lenguaje claro y cuidado en los treinta poemas que componen esta obra, nos sumerge en una lectura cargada de sensibilidad. Los versos se recrean en alusiones metafóricas cercanas al lector, por eso están muy presentes las referencias a los sentidos: lo que se toca, lo que se huele, lo que se ve y lo que se oye.
La bruja que dibujan estos versos es alguien que siente, que como el lector tiene alma porque imagina y se emociona mirando al mar o yendo al circo. Es un personaje que va y que viene, como su propio nombre: una bruja que es veleta o una veleta que es bruja (y así juega siempre el personaje). De esta manera se deja entrever en el último poema, así como lo hace la ilustración de Cristina Moreda. La imagen de Brujaveleta abre y cierra su propio universo poético. Dibuja a la perfección la asociación simbólica del personaje protagonista del poemario, yendo de norte a sur, de un lado a otro, como en los versos de “Gira”. Texto e imagen se complementan, haciendo que el lector se implique en las mismas curiosidades del niño que pregunta; así, al recrearnos con las palabras – y con la imagen-, nos emocionamos al mismo tiempo que la protagonista, porque nos ayuda a proyectarnos en la ficción poética. Brujaveleta nos demuestra que la poesía no tiene edad ni tampoco sus lectores.