Por Inmaculada García Haro
LA SEMILLA DEL VIENTO
Víctor Manuel Pérez Benítez
(Libros EN CASA, 2022)
La semilla del viento (Libros EN CASA, 2022) reúne las últimas creaciones poéticas de Víctor Manuel Pérez Benítez desde 2013 y cuenta con una extraordinaria carta de presentación que define exactamente tanto el título como el contenido del libro: la ilustración de la portada, del pintor Paco Selva, que ha reproducido en un dibujo un singular ejemplo, los metafóricos “abuelitos” que no es otra cosa que la “pelusa” que desprende una planta más conocida como diente de león o achicoria amarga; nada más ilustrativo para describir la semilla de los versos del poemario que se esparcirán volátiles y etéreas.
El libro presenta diez apartados de diferentes extensión. El primero de ellos, Prólogo, cuenta con un exhaustivo texto de José Luís Ortiz , acompañado de cuatro poemas de cariz meta literario, del que destaca el primer poema El misterio de la poesía, a la que define como “misterio cósmico”. La metaliteratura es, en sí, uno de los hilos conductores de todo el libro, como podemos comprobar en poemas como Se amontonan los libros, La carnalidad del libro o Poetas y lugares donde enumera lugares, a veces imaginarios, como la Sinera, de Salvador Espriú o la Isla Negra de Neruda, hecho que define a un lector ávido y empedernido cuyo blog sobre literatura, http://siroco-encuentrosyamistad.blogspot.com/ , cuenta con más de un millón y medio de visitas. Esa misma pasión le lleva a coordinar Grupo Capitel, entidad cultural formado por autores y autoras, así como por artistas plásticos.
La temática del poemario es diversa y abierta como lo es su título pues son muchas las semillas que el viento esparce. El paso del tiempo está presente como un hilo conductor en todo el libro y cuenta con poemas muy significativos como Es algo que pasa con los años, con versos a veces descarnados como: “reconocerte al menos en el espejo /aunque ya empieces a ser/ un despojo de ti mismo”. Los homenajes, que cuentan con apartado propio, extienden la temática metalingüística hacia autores y autoras (César Vallejo, Cernuda, Whitman, Brossa, María Victoria Atencia, Mohamed Chukri, etc.). Eros y Thánatos, oxímoron de larga tradición en la literatura y el arte, asoman en sendos apartados. El poema La isla de los muertos puede considerarse una écfrasis de la obra del mismo título de Arnold Böckling. Poemas del agua es otro importante pilar del poemario con títulos como Sueños de la Alhambra, una breve filigrana poética que dedica a esta joya arquitectónica : Luz del agua de la Alhambra / en la luna iluminada /que desciende a las entrañas / del amor y de la muerte /en la noche de Granada.
Pero sin duda el apartado que más aporta a la literatura actual es Ciencia y origen, que sitúa a Pérez Benítez, licenciado en ciencias Químicas, junto a poetas de la talla de Roald Hoffmann, profesor de la Universidad Cornell (E.E.U.U.), premio Nóbel de Química en 1981 que, respecto a los puntos en común de la ciencia y el arte, apunta:
Los dos implican actos de creación humana que se logran con ‘artesanía’, con atención al detalle. Ambos tienen un deseo de comunicarse con los demás, y una lucha compartida y complementaria para comprender el mundo que nos rodea y el que hay dentro de nosotros.
Y es en este sentido, en el que P. Benítez aborda esta temática como en el magnífico poema Somos luztería del que destacamos estos versos: “Somos materia, pero somo luz, / somos dualidad y unicidad íntegra simultáneamente, / somos luztería, / elementos dispuestos a perder la geometría / de lo perfecto con tal de continuar la vida”.
Si algo caracteriza a la poesía de Pérez Benítez, así como su discurso en general, es su capacidad para jugar con las palabras. Es un malabarista del verbo que refleja ese sentido lúdico en todo lo que escribe y define a este motrileño afincado en Málaga al que le gusta decir que tiene “corazón de boquerón y sangre de ron pálido”. En ésta, su última publicación de poesía, La semilla del viento, encontramos claros ejemplos de su sello personal que frecuenta la anáfora para acentuar ese juego. Es el caso de la sección IV del poema Serie breve: “entre arrullar y arrollar / hay una leve y casi imperceptible / diferencia vocálica. / No hay nada que alivie más el dolor humano / que una caricia, / ¡Arróllame! ¡Mátame violentamente / con tu suave y dulce arrullo!”. Podemos observar que el oxímoron es también protagonista de este “juego”. Igualmente en el poema que dedica al poeta Joan Brossa continúa ese malabarismo, en este caso, creando nuevos vocablos en su universo creador . “…Brossa / abrasa con letras / el aire gélido / de la ausencia, / desbrossando, / de lo cotidiano, / la pureza”. En esta línea y, modo de epílogo, el poema La necesidad de la p, es una muestra más de su singularidad como lingüista.