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EL VIOLINISTA IMPOSIBLE DE FRANCISCO LÓPEZ BARRIOS

El violinista imposible es un homenaje a su padre, que tocaba el violín y de soslayo a su tío, el gran músico Ángel Barrios. Estructurada en tres partes, podría tener un recorrido mayor.

Por F. Morales Lomas

Francisco López Barrios

El violinista imposible

Granada, Ediciones Dauro,  2019

Cuatro historias autónomas conforman El violinista imposible, la última obra del narrador granadino López Barrios. Un escritor del que siempre se ha destacado el textual uso del lenguaje connotativo, la expresividad en el uso de la adjetivación y en la construcción simbólica de sus historias y la construcción de mundos personales, muy de López Barrios. De sus cuatro historias, Papaloco y El violinista imposible (que da título al libro) son novelas cortas en realidad; en cambio, Rashid Plano corto de moros y cristianos se hallarían en los márgenes propios del relato.  Hay una significativa cita inicial en Rashid de Leopoldo María Panero: “Porque todos llevamos dentro/ un niño muerto, llorando (…)”. Un niño que espera festejar su cumpleaños con los Otros.  En él, López Barrios construye una historia psicológica donde la neurosis obsesiva está presente y la simbólica caída de Martin en el vacío, “como un fardo”. La memoria se encarga de construir el misterio en torno a este personaje y su muerte, en donde la presencia del desamor y el abandono generan un encuentro con una realidad obsesiva que va aclimatándose a un lenguaje metafórico, como “las balas son vampiros de plomo, más veloces que el viento”, o el encuentro con el sexo y el niño que no teme a la muerte sino a la vida. Una historia muy lírica cuya simbología nos habla del desencuentro amoroso y la muerte, como catafalco.

El violinista imposible es un homenaje a su padre, que tocaba el violín y de soslayo a su tío, el gran músico Ángel Barrios. Estructurada en tres partes, podría tener un recorrido mayor. El nacimiento a la escritura del personaje Israel Cendón es un refugio en las sensaciones y la sensualidad de la emoción en el que la metaliteratura le permite al autor adentrarse por la perseverancia de las ideas y hacer literatura, donde lo alegórico-distópico se adueña de la Realidad con ese grupo que acumula poder para regular “cualquier acto de la vida cotidiana”. Estamos en una Granada distópica donde la dictadura de estos dirigentes impera, pero en realidad es el símbolo del país, una Granada con “desproporcionados protagonismos y muchos rencores acumulados”. Al tiempo que le permite satirizar sobre la función del arte en relación al ser humano y elevar discursos morales en donde se ha privado de la contemplación de la belleza, de la privación de la armonía…, e impera la construcción de un discurso romo contra el que lucha denodadamente la idea del arte, de la literatura y de la vida, en una sociedad que ha suprimido la enseñanza de la Filosofía, de la Literatura y la Historia del Arte.  El sarcasmo inteligente está servido en esta sociedad de Sumos Dirigentes que promueven la polisexualidad, las drogas, el bestialismo y el incesto. Un discurso honesto, en definitiva, para denunciar la ausencia del conocimiento, del arte y de la literatura, de la vida, y la intoxicación creciente del pueblo, que permanece en el discurso holográfico y la muerte de los heroicos ancianos.

No menos simbólica es la novela breve Papaloco donde cuenta la historia de aquel aldeano que llega al Vaticano en burro para convertirse en el doble del Papa, el Papaloco, que quería vender todos los bienes de la Iglesia y acercarse a los pobres. La labor de la Curia no se hace esperar pues ve en el Papa abierto al mundo un peligro para sus intereses y busca su muerte con la ayuda de la Mafia. Es una profunda fábula moral, un sarcasmo con tintes histriónicos y esperpénticos con el que López Barrios quiere incidir decididamente con su pensamiento en un discurso ético, presente desde el principio en su obra. Su habilidad para la construcción de los personajes, su punto de vista deformador y caricaturesco pero profundo, ofrece este relato como una variante de la novelas de investigación, un thriller en toda regla, pero con la dinámica esperpéntica como filtro literario contumaz. Incluso, en un momento determinado habla de sí mismo a través de personajes interpuestos y de El Grove, en página 99.

Plano corto de moros y cristianos tiene como protagonista a Farax Aben Farax (Abén Humeya), jefe de la tribu de los Abencerrajes, pero en el fondo es la historia imposible de la reconstrucción de Granada y la traición, como elementos determinantes. Desde el comienzo muestra ese interés por la adjetivación precisa, por la perspectiva y su lenguaje metafórico, barroco: “Cae la tarde con prisas”. Y con el juego de la primera/ tercera personas narrativas va construyendo un sentimiento gemebundo en torno a la actitud de los cristianos con los moriscos y su aniquilación. Pronto surge también el discurso honorable: “Sería mil veces preferible morir como hombres libres, con honor, a vivir como esclavos, de rodillas”. Va conformando el contexto histórico con un lenguaje de época y una ambientación precisa, pero siempre hay una determinación al lirismo de las sensaciones, de lo simbólico: “Toda muerte es el principio de un olvido y, a veces, sólo su continuación”. Todos conocemos la historia pero la voluntad de López Barrios es ofrecer su perspectiva personal, lírica y ética.

En definitiva, un libro de altura moral, de reconocimiento de diversas sociedades y la convergencia en un mundo actual por el que tiene una clara prevención el autor.