Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.

COMENTARIO A “LOS SUEÑOS DEL NÁUFRAGO”

Cartografía”, camina paralelo a la emoción; donde el silencio y la sensación de soledad e incertidumbre le crean la necesidad de sumergirse en el misterio que la rodea, como el cosmonauta que emprende un viaje por un territorio desconocido y va narrando sus descubrimientos en su singular cuaderno de bitácora.

Por Carmen Hernández Montalbán.

Título de la obra reseñada: Los sueños del náufrago.

Autora reseñada: Dori Hernández Montalbán.

Editorial: Nazarí, 2017.

I Parte

Se medita, la autora, en esta cosmogonía lírica, intenta explicarse el origen de las cosas, de sí misma, por medio de esta observación poética donde la naturaleza la fascina y la asombra a partes iguales. Inicia un periplo estético, visionario, a través del cosmos, deteniéndose y profundizando en cada uno de los microcosmos que lo componen.

Todo el discurso poético de la autora en esta primera parte que ella titula: “Cartografía”, camina paralelo a la emoción; donde el silencio y la sensación de soledad e incertidumbre le crean la necesidad de sumergirse en el misterio que la rodea, como el cosmonauta que emprende un viaje por un territorio desconocido y va narrando sus descubrimientos en su singular cuaderno de bitácora. Es consciente de la inmensidad del territorio que se dispone a explorar y de su misterio inconmensurable, por eso, presiente y anuncia su inevitable naufragio: “La oscuridad del ser es insondable / pues estamos hechos de un agua invasora / que nos socaba y sumerge / y a esta profusa incógnita / sólo se llega a ciegas.”

También es consecuente de que este viaje ha de emprenderlo en soledad, sin la protección ni el apoyo de sus semejantes, sin el amparo de un ser superior que habita en el sueño colectivo: “Nadie vendrá por esta ignorada ruta / nadie me salvará del naufragio / ni tan siquiera él / el arcángel que habita en lo más recóndito del sueño de los hombres…”

La autora, la mujer, el ser humano, en este orden, se medita en un avatar que la seduce, pues no hay duda de que este es elegido, incluso deseado; porque a través de él, la autora marca su parcela de libertad, su sed de evasión: “En ocasiones me gustaría ser como el albatros / esa extraña ave, que indolente, sigue surcando los vientos furiosos / (…) para poder volar al fin victoriosa sobre la blanca espuma.”

II Parte

La segunda parte se titula: “Cuatro lunas de sangre o poemas sobre los que el pájaro se posa”. La poeta nos habla aquí del mundo más cercano, de la tierra que pisamos y los acontecimientos negativos que la conmueven profundamente. Asocia, metafóricamente, el fenómeno astronómico del eclipse a predicciones apocalípticas. El pájaro (la autora) se posa en algunos de ellos. El pájaro es la rúbrica de la autora como ser que se duele de las injusticias de los hombres, subrayando las virtudes del pájaro a la par que su fragilidad. El pájaro es la alegoría de la libertad en ocasiones: “Y al escucharlos / él mitiga el miedo, /cierra los ojos e imagina que puede volar como un pájaro. / El ave sobre la alambrada / no teme la descarga”, otras la de la fragilidad, la vulnerabilidad contra las que el ser humano atenta: “Bosa, Bosa, Bosa, / soy un pájaro, se dice, / tan sólo un frágil cuerpo / en trance hacia la muerte.”

Esas lunas de sangre son el preámbulo de la miseria del mundo, cuyo movimiento hacia la injusticia es causante del eclipse, de las señales que lo suceden: el hambre: ”La mujer africana ha de saberlo, / cuando disfraza la muerte / con ropas de vivos colores, / cuando amamanta a sus hijos / con las ubres secas, / cuando se prolonga en su delgadez…” la guerra:  “El corazón no puede con tanto fusil / ni con el silencio de los muertos, / No puede con la sutileza de la tiranía…” o las encarnizadas fronteras: “Hasta esta orilla / te trajo la búsqueda del ansiado norte / con sus paraísos cerrados / y sus trenes veloces…”

III Parte

Termina el poemario con una conclusión: la del naufragio. El influjo de una luna crispada nos arrastra esta vez hacia un naufragio involuntario. El pájaro ha de volar hacia otras latitudes en busca de su ansiada libertad, pero se convierte en una quimera: “Bajo su embrujo, / todos iniciamos un nuevo éxodo, / sonámbulos, hechizados vamos, / tras sus ángeles de sombra…”

Dice la autora en la cita de apertura de esta tercera parte “Desde la gran eclosión en el mundo sólo quedan náufragos” En la que nos remiten a las dos partes anteriores…, porque al principio se habla de renacimiento, de origen, de partida, de inicio e iniciación. En la segunda parte se habla de conflicto, de ruptura, de lucha. También de fracaso, de frustración.

Es el resumen de todo lo aprendido en el viaje. La autora se deja fluir, se abandona a la corriente…: “Atrapada en la memoria del camino, / desnudó su cuerpo entre los álamos, / buscó en la corteza, / la antigua promesa de amor / con la grafía de su nombre, / Pero todo fue inútil, pues sólo el tronco conoce ya / en qué pliegue de su corteza / curó la savia tal herida.”