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CLAROSCURO

En Claroscuro se recogen algunos de estos poemas, que no pertenecen a libro alguno y que probablemente Pablo tenía la intención de publicar en un volumen único, aunque nunca dejó nada escrito sobre su destino, cuando ya la visión lo había literalmente abandonado.

Por Manuel Gahete Jurado

Pablo García Baena
Claroscuro (Últimos poemas)
Edición de José infante y Rafael Inglada
Valencia, Pre-textos, 2019

Pablo García Baena se lamentó durante toda su vida de haber escrito pocos poemas porque era tal la obsesión que lo embargaba por la palabra precisa que nunca asumió el riesgo de la improvisación. Por este motivo siempre fue reacio a entregar textos inéditos que hubieran de publicarse en revistas, antologías u homenajes a lo que tan acostumbrados nos tienen los editores con el ánimo de conseguir más publicidad, ventas o adeptos. En Claroscuro se recogen algunos de estos poemas, que no pertenecen a libro alguno y que probablemente Pablo tenía la intención de publicar en un volumen único, aunque nunca dejó nada escrito sobre su destino, cuando ya la visión lo había literalmente abandonado. Esta opción es practicada por la mayoría de los poetas para evitar que los poemas, llamémoslos de ocasión, se pierdan o caigan en el olvido. Con o sin su voluntad, no es la primera vez que Pablo integra en sus libros poemas publicados anteriormente. Así en Los campos Elíseos, obra a la que se otorgó el Premio de la Crítica de Andalucía en 2007, hallamos el conjunto “Trilogía de Miami” (“Coral Gables”, “Art Déco District”, “Spanish Monastery”), editado anteriormente como parte del volumen colectivo Córdoba en América, publicado en 1992 por la imprenta provincial de la Diputación de Córdoba, en conmemoración del quinto centenario de la conquista de América. En aquella ocasión, Pablo dedicaba estos tres poemas, fechados en 1991 y con algunas variaciones de escaso calado, a Rosario Hiriart y Jorge Valladares. Según los compiladores, José Infante y Rafael Inglada, los poemas aparecidos en Claroscuro siguen un orden cronológico más o menos acreditado, excepto el poema final “Vísperas”, respetando la voluntad de Pablo acerca de que el último poema de cualquiera de sus obras tuviera un sesgo religioso; y porque -apostillaría- deja conscientemente el sendero abierto a la postrera noticia de vivir: “ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén”. En este breve libro compuesto por doce poemas, Pablo dedica tres a la exaltación de los árboles (“Araucaria”, “Ombú”, “Cinamomo”). No faltan los poemas más íntimos: el caluroso recuerdo a Julio Aumente, compañero de Cántico (Clamavit) o el dedicado a Medina Azahara (“El exilio”), Córdoba eterna siempre en la memoria; porque esa tibia e irónica nostalgia que se enciende en la elegía de la ruina (“Verano”) o la disrupción del pecado (“La hoguera”) es un factor sustancial en la poesía de Pablo García Baena, quien nos seguirá estremeciendo con su palabra selecta engarzada como un camafeo de oro en el estertor de las rosas, en la marea silente que arrastra la tristeza.