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ANTONIO ENRIQUE, ARQUITECTO DE LA PALABRA

Antonio Enrique simboliza la elevada honestidad y la honda lealtad con la vocación poética; en definitiva, el necesario compromiso con la palabra y con la vida que debe imperar en todo legítimo creador que pretenda serlo.

Por José Sarria

“El siglo transparente. Antología poética 1974-2020)

Antonio Enrique

Ediciones Alhulia (Granada, 2021)

Antonio Enrique es, esencialmente, un maestro en el arte de la creación lírica. Su obra, toda, es demostración de una capacidad germinativa inusitada donde la palabra adquiere una nueva dimensión poética. Así lo podrá experimentar el lector que se detenga ante El siglo transparente, una antología poética que recoge el compendio de sus 23 poemarios (1974-2020).

Antonio Enrique simboliza la elevada honestidad y la honda lealtad con la vocación poética; en definitiva, el necesario compromiso con la palabra y con la vida que debe imperar en todo legítimo creador que pretenda serlo.

Cuando la mayoría de nuestros jóvenes poetas que comienzan a escribir en la década de los 80 defienden la mera utilidad de la poesía desde una vertiente grotesca: el lenguaje puramente denotativo, cayendo en un abismo sin fondo donde la poesía es arrastrada hacia la simple trivialización y vulgarización, Antonio Enrique se aferra a la tradición literaria y al sesgo clásico que, siguiendo las palabras de Valle Inclán, son el único cabo que da la certeza de hacer una obra duradera e inmarcesible: Las lóbregas alturas (1984), Órphica (1984) o El galeón atormentado (1990), dan constancia del valor sensorial de la palabra y el asombro ante la belleza que conforman el basamento de su propuesta estética en estos años. En su universo literario nada es casual o improvisado, pues en su obra subyace una abisal reflexión sobre el hombre y sus circunstancias, el encuentro con el dolor humano, la visión simbólica, la lectura alegórica de los signos que navega desde la realidad exterior hacia la dimensión interior, rayando con lo místico: La Quibla (1991) o Beth Haim (1995). Su continua indagación por la trascendencia le lleva a elaborar una obra casi visionaria desde el contacto con el “el entorno fantasmal de Guadix” que dará lugar a algunos de sus más hondos textos: El sol de las ánimas (1995), Santo Sepulcro (1998), El reloj del infierno (1999) o Huerta del cielo (2000). Y, de nuevo, el dolor humano en uno de sus más prodigiosas obras, La palabra muda (2018), un verdadero estandarte contra el olvido, una insurrección contra la dejación y la amnesia social: “la memoria es lo único que nos salva”, escribirá el poeta.

El siglo transparente nos ofrece la oportunidad de acercarnos a los textos líricos de un verdadero autor que ha sido capaz de crear una obra plena de emociones, donde la vida late en cada verso. El lector percibe lo inmediato: la palabra exacta, el cuidado de las formas, la riqueza del lenguaje y el ritmo acertado. Finalmente, la sugerencia, la reflexión, la imaginación, la belleza, la armonía y el conocimiento. Un itinerario magistralmente diseñado por quien es, actualmente, uno de nuestros mejores arquitectos de la palabra, como lo demuestra esta acendrada antología.