Por Carmen Hernández Montalbán.
Título de la obra: El cautivo en su paraíso.
Autor reseñado: Fernando de Villena.
Editorial: Ediciones Evohé, 2019.
La Granada de don Pedro Soto de Rojas y por ende, la Granada del Siglo de Oro, puede verse, respirarse, degustarse…, en definitiva, revivirse en la deliciosa novela que el escritor granadino, Fernando de Villena, ha publicado recientemente, El cautivo de su paraíso.
En ella, el poeta cobra entidad, contándonos en primera persona sus dichas y desdichas. Del hilo de su voz, caminamos por los barrios más señeros y castizos de la simpar ciudad de la Alhambra. A través de ella conocemos el escenario de una sociedad en la que convivieron los descendientes de esos primeros pobladores linajudos, acreditados por los apellidos y la heráldica de aquellos caballeros que debieron recibir mercedes por su participación en la conquista del Reino de Granada: los Enríquez, los Guzmán, los Veneroso, los Tovar…, con prósperos mercaderes venidos de Nápoles o de las Indias, tornados en canónigos, escribanos, inquisidores y esclavos moriscos o traídos de tierras colombinas.
Fernando de Villena da voz al poeta con la maestría de quien conoce el lenguaje de los siglos XVI y XVII; no sólo el de las élites de entonces, sino el lenguaje popular, las costumbres, afanes y ambiciones de aquellos hombres y mujeres. Pero además, en la novela se notan los posos del un trabajo documental minucioso que toda novela histórica requiere y que dota a la misma del esqueleto, luego revestido con la piel, las venas, el músculo y el nervio que le otorgan la creatividad y el buen hacer literario. La documentación se disuelve en la trama de la obra sin que en ningún momento esta se resienta o quede afectada por el tedio de algunas novelas históricas. No se distinguen en ella los personajes históricos de los ficticios, porque el autor de “El cautivo de su paraíso” no se limita a hacer un simple esbozo de sus caracteres. Su personalidad queda bien dibujada, ya sea por medio de las descripciones o a través de los diálogos y acciones de los mismos. ¿Cómo no traer a colación al inquisidor don Gaspar de Carratraca y Cenizo de Ábalos que tanto llamó mi atención? Con tan sólo unas pinceladas, queda retratado este singular personaje que, a día de hoy, no sé si alguna vez pisó la tierra.
En la segunda parte de la novela, el poeta Soto de Rojas trasciende en el tiempo, transformado en un hábil observador fantasma. Su alma vaga por las estancias de su paraíso, un hermoso carmen del Albaicín, actualmente conocido como la Casa de los Mascarones. Desde allí ve transcurrir las vidas de personajes que, siglos posteriores, habitarían la casa.
La lectura de la novela es muy amena e instructiva, pues está salpicada de anécdotas y notas de humor. Felicito a Fernando de Villena por esta nueva obra y quedo muy pendiente de las próximas que vendrán.
¡Enhorabuena, maestro!