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ROSA BERBEL, UN NUEVO TALENTO.

Ella, con su primer poemario: Las niñas siempre dicen la verdad, ha sido galardonada con el Premio Antonio Carvajal de Poesía Joven 2018.

Por Carmen Hernández Montalbán.

Título de la obra reseñada: Las niñas siempre dicen la verdad.

Autora reseñada: Rosa Berbel.

Editorial: Hiperión, 2018.

La poesía se nutre en gran parte de la curiosidad, como todo conocimiento, se alimenta de curiosidad y de la búsqueda de respuestas. Las personas con talento guardan en su mente una vorágine de interrogantes, reflexiones y emociones que son constantemente catalizadas. Los poetas, las poetas, utilizan un lenguaje diferente al convencional para expresar una idea, un sentimiento, una experiencia…, y ese lenguaje tiene el poder de evocar, conmover, impresionar al lector. El lector es la caja de resonancia donde reverbera la obra poética. Por eso, la poesía que no nos deja impasibles es la buena poesía. La de Rosa Berbel es buena poesía, más aún cuando la obra de esta joven poeta es su ópera prima.

Ella, con su primer poemario: Las niñas siempre dicen la verdad, ha sido galardonada con el Premio Antonio Carvajal de Poesía Joven 2018.

La primera parte de Las niñas siempre dicen la verdad de Rosa Berbel, representa la mirada retrospectiva del adulto que ha mudado la piel de una adolescencia reciente y la observa con cierta perspectiva, entre la nostalgia y la rebeldía. Sus versos rotundos acentúan la resolución de dejar atrás una etapa, cuyos vestigios disecciona la autora en doce poemas. Tal determinación queda explícita en el título que engloba esta primera parte: Quemar el bosque.

Rosa Berbel hace un ejercicio poético de abstracción al plantear los poemas a manera de imagen, pintura, fotografía o secuencia fílmica, que le sirven para tomar distancia de las emociones y los recuerdos: “Estamos en el centro de la imagen, / nuestros rostros pequeños en el centro de todo / con una luz encima”.

Los poemas, de asombrosa madurez, incisivos como el bisturí que hundiera su hoja afilada en la realidad; la realidad que se revela bajo el nuevo prisma de una adultez temprana. Aspectos de una realidad que no parecen hacer cogido a la autora desprevenida sino bien pertrechada para encararla.

Destaca en esa primera parte la toma de conciencia de su condición de mujer: ¿Qué pasaría si ahora, de repente, / el león-mujer saliera de su espacio / y arañara a los hombres con sus zarpas, / y escribiera sin manos su sentido?

Planes de futuro es como se llama la segunda parte que se abre con un conciso y extraordinario poema-metáfora en la que pone de manifiesto el poder de la palabra y la imagen para conjurar los acontecimientos venideros advirtiéndonos de que el camino se hace andando y que nuestros pasos van marcando la ruta: Siempre, sin ninguna excepción, / la imagen crea el acontecimiento. / Cuando digo mañana nos convoco.

En la segunda parte del poemario, Rosa nos avisa de la esclavitud de vivir pensando en el futuro, dejando escapar el presente en su plenitud. Nos invita a salir, aunque sea alguna vez, de nuestra zona de confort y aventurarnos. Subraya esta idea en todos los poemas en los que se plantea la incógnita del devenir y lo que esto puede significar para una persona joven deseosa de experiencias: “La suerte del amor es ese instante / en que vuelves a casa / como un niño / y te preguntas de nuevo cuánto falta / cuánto falta otra vez / para el futuro.” O “Dejar que entre la luz /dejar que entre la luz / y te despierte”

Sala de espera para madres impacientes, título que lleva el único poema, extenso, de la tercera parte. En ella, Berbel propicia un escenario cercado, obstaculizado: la sala de espera de un hospital en el que unas mujeres se debaten y debaten sus conflictos y la situación espacio temporal las obliga a romper sus rutinas y sus roles.

Su poesía, cargada de simbolismo e inconformismo cuestiona unas reglas sociales caducas, rompiendo clichés tanto en el concepto como en la forma, por eso es tan singular e interesante esta obra.