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LA INTERIORIDAD EN RAQUEL LANSEROS

La globalización, la inclusión de otras lenguas en el canon exige una suerte de visión, la introyección de otro espacio, espiritualidad que acrece conforme creamos conciencia del propio decir.

Por  Jeannette L. Clariond

Raquel Lanseros

Matria

Madrid, Visor, 2018

Matria es un espacio, el lugar donde Raquel Lanseros crea su poemario más reciente titulado justamente Matria. Dotada de gravedad y hondura, su voz es llama, conciencia, eco de voces resonando frescas para evidenciar un hondo conocimiento de la tradición. Su poesía no quiere ser “novedosa”. Crea de etimologías clásicas, fuentes diversas –don de Borges— pero exige leerse como si escrita hoy. Lo antiguo no envejece. La poesía, como el destino, no se puede interpretar. Nos atraviesa o no, nos nutre o no, nos habla o no. Leyendo a Rulfo el maestro preguntó qué pensábamos sobre la puerta que se abría hacia el interior. Lo recuerdo y evoco Cantar de Cantares. Pretender descifrar el sentido de puerta, dintel, bisagra o cerrojo no es hermenéutica aplicable con propiedad. La globalización, la inclusión de otras lenguas en el canon exige una suerte de visión, la introyección de otro espacio, espiritualidad que acrece conforme creamos conciencia del propio decir. A pesar de que la poesía es un acto de fe, ésta duda, y duda precisamente porque si la fe no cuestionase no sería necesaria para una creencia, En Raquel Lanseros la duda establece un constante preguntar-se, es un ser absorbido por ese yo que habla con el tú (el otro espacio): auto-contemplación del sujeto poético pensante. El centro de su pregunta es el ser humano, sus límites, su finitud. Ella habla con su otra voz, su más alta presencia. Matria es un libro para leerse despacio, en silencio. Nos hace preguntas, nos ayuda a leernos –fin último de la literatura–, detenernos en la prisa, mirar-nos. Su iluminada cordura nos atraviesa: pone en marcha la interioridad hacia donde el alma dicta: «A quién le pertenece lo que no es de nadie» (p.15). Su sentido reclama ser percibido. Alumbra a Safo, Dickinson, Woolf. El tiempo, materia esencial en Matria, es fuego que belleza exige. Va «cielo arriba», y se da de bruces: «en busca de lo grande que supone / contener lo pequeño…» (p.17). Lanseros dice: «¿cómo iban a perdonar que el pensamiento / no se pueda extirpar ni adormecer?» (p. 21). Nadie que la lea puede no ver, no dudar, no acrecer en ese otro espacio que nos vincula con la propia libertad: «¿quién puede competir con la imaginación?» (p.15). Matria nos dice que «Hemos venido el mundo para decidir / en cuál de los dos bandos integrarnos / para que la Tierra con su extraño equilibrio / se siga manteniendo / siempre en órbita». (p.105). Matria es un hueco inmenso de cielo, una gracia, fulgor en el rosado seno del poetizar.