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EL REALISMO COMPROMETIDO DE JAVIER BOZALONGO

“creación literaria que no lleve consigo conciencia no es creación”.

Por José Sarria

Javier Bozalongo

Este país

Jaén, Fundación Huerta de san Antonio, 2019

Ha sido Jorge Riechmann quien ha escrito que: “La vida, carece de sentido sin resistencia al mal”. En ese ámbito reflexivo, en esa posición crítica, aparece la última entrega del poeta Javier Bozalongo, “Este país”, que se constituye, esencialmente, en un canto doliente donde la presencia de la descomposición social contemporánea le lleva a edificar un poemario en la frontera del compromiso, frente a lo arrebatado. Desde la pacífica rebelión contenida en sus propuestas poéticas, el lector asiste a la interpretación lírica del mundo, pero de otra manera; un mundo donde cobran protagonismo la corrupción, la banca (esa que siempre gana, dirá el poeta) y su rescate, la especulación inmobiliaria, donde “la propiedad y el paraíso / solo comparten la primera letra”, la beautiful people de los años noventa con su look de triunfadores pero “sin nada en su interior”, la falta de oportunidades para los jóvenes, la estafa de los cursos de formación o el drama de los refugiados, que en lugar de recibir la fraternidad europea, son considerados como “usurpadores” venidos de lejos.

Bozalongo concibe un discurso público desde donde participar de un proyecto de emancipación humana, destinado a constituir la identidad de un sujeto incardinado en su historia, desde una nueva educación de la subjetividad, una nueva educación sentimental de su tiempo, en la línea de pensamiento de la corriente Humanismo Solidario que propugna, con  Antonio Gamoneda, que “creación literaria que no lleve consigo conciencia no es creación”.

Javier Bozalongo se rebela y pide la palabra, como lo hiciera Blas de Otero, para expresar su escepticismo frente a la realidad que se impone casi dogmáticamente; una realidad que aspira a la configuración de una sociedad adocenada: “Bienaventurados sean los dóciles”.

Precisión y talento se dan la mano en nuestro poeta. Haciendo alarde de un tono asequible, incluso casi coloquial, eleva un discurso de hialina tonalidad, dotando al poemario de un realismo comprometido que germina en una fundante poesía inconformista y subversiva. Esta es la aspiración del poeta granadino, que desde su insurgencia intelectual mantiene vivo, latente, en sus poemas la inquietud, las actitudes vergonzosas, las arrugas o el sudor de la gente, frente al nuevo paradigma social que se está construyendo, donde lo esencial es la imagen, la fotografía: “tal vez solo la imagen / importa más que el resto”.

El poeta reflexiona y transita, con determinación y claridad, sobre el itinerario de los presupuestos de la poesía impura de Neruda, erigiendo un indubitado estandarte contra la conformidad, una insurrección contra la dejación y la amnesia social, para rescatar a los débiles, a los “nadies”, a los destinatarios de sus versos, porque Bozalongo ha asumido, con Bergamín, que: “Escribir es pensar, y pensar es comprometerse”.